De todas mis aficiones (o manías, según cuándo y a quién se pregunte) la más singular hasta el momento, me atrevo a asegurar con alguna duda, es la de construir cosas con... A ver, no me gusta llamarlo
basura; digamos "con cosas de tirar".
No recuerdo cuándo fue la primera vez que con un puñado de tapones, envases y fragmentos de plástico, armado con un mechero, me puse a "soldar" hasta pretender haber dado sentido al conjunto. Sí les puedo decir que le di algún uso a tan singular pérdida de tiempo cuando, aliado con otros audaces amigos, nos pusimos a hacer cortos; sin formación, medios ni vergüenza pero con provechosísima diversión.
Sin embargo, a pesar de lo gratificante que siempre me ha resultado (a pesar de las ocasionales quemaduras con plástico derretido, cortes con
cutters, etc) nunca he intentado darle una proyección formal al asunto.
Pero creciendo (menos mal) la consciencia sobre la importancia del reciclaje en todas sus posibles modalidades, se arroja luz sobre algunas disciplinas artísticas que aprovechan en mayor o menor parte lo que venimos a llamar desechos inorgánicos. De repente, mi manía es una afición "formal" con posible resultado de "arte"; tupido velo a disposición de quien lo requiera.
Si bien me sigue dando vergüenza mostrar mis tropelías en este ámbito, amén de explicarlas, recientemente recibí ese último y definitivo empujón que nos suele llevar a "formalizar" nuestra locura mostrando sus consecuencias en un "blog", u otro constructo digital semejante.
¿Y por qué Reciclaje Resiliente?
Si un puñado de objetos cuyo más probable destino es "la basura", el abandono o formar parte de una vergonzosa isla flotante, consigue finalmente formar parte de una presunta "obra de arte"... Pues eso.
Pronto, más.